Y la otra mitad, agradecida, pero que a veces llora sin saber por qué.
Esta semana extrañé a mi abuelito, mucho. Y lo he estado llorando cada ratito. Y es que aunque lo siento cerca, y se que me está abrazando, me caen lagrimones y se me empañan las gafas cada vez que lo pienso.
Una vez leí que los abuelos no mueren, que solo se hacen invisibles. Y me encanta pensar que es así.
Y ya se que esto no es uno de los textos de reflexión y esas mierdas que me invento. Pero necesito decirlo en alto.
Que lo lloro más que el día que se fue, porque aquel día no pude.
Y no es tristeza, es amor, o yo que sé que sea. Y la verdad, que gusto poder llorarle y quererle tanto. Y no creo que sea ni la mitad que él nos quiso.